jueves, 11 de diciembre de 2008

Espiral

Hay un olor que aparece con el verano. Es un olor que me gusta. Aparece por algo que viene en el verano. Algo que no me gusta.

Ese algo son los mosquitos. Insectos odiado si los hay. Pica, deja una roncha y, como dice el refrán: "Pájaro que comió, voló", enfila hacia otro desprevenido para chuparle la sangre.

Ese olor es el espiral. Mejor amigo de muchos veranos de la infancia, siempre listo para espantar a los mosquitos con su inconfundible aroma, mientras dibuja en el aire una delgada hilera de humo blanco hasta desaparecer en el celeste cielo estival de los atardeceres porteños.

Un olor que me recuerda la casa de mis abuelos. Una casa antigua y grande del barrio de Flores. Demasiado grande para dos personas mayores, la alegría de los nietos al visitarla en los domingos de reuniones familiares.

Quiza no sea el olor del espiral lo que me agrade, ni siquiera su benefactora función. Tal vez sea el recuerdo de tiempos mejores. Quiza, pero no.

Hace poco recorría un tema cercano con unos amigos, decíamos que en otros tiempos (me estaré poniendo viejo? ni siquiera tengo veinte años!) las cosas eran mejores, tenían "otro sabor", la "esencia" cambió. No son mas que recuerdos, no hay forma de que vuelvan. Es inútil y necio quedarse en el pasado si no es para construir un futuro.

Pensando en el futuro más immediato: dentro de ocho días, estoy de vacaciones. Deseenme suerte!

1 comentario:

Anónimo dijo...

pero jaja.
piola vago pa.
xD